ESTRELLAS DE COLORES
Uno de los comportamientos típico de los humanos, y que los jóvenes mimetizan rapidamente, es la celebración de ritos en grupo que ayudan a crear y reforzar una identidad común entre sus miembros. Estos actos pueden ser de lo más estúpido, hacer deporte por ejemplo, en si mismo no tiene mucho sentido: darle a una pelota, subir y bajar piedras, tomar curvas deprisa, son actividades sin un fin determinado. Aquel grupo tenía en las motos uno de los objetos de ritual preferidos y una de las acciones favoritas, entonces como ahora, era levantar la rueda delantera de la moto y mantenerla erguida el máximo tiempo posible. En el fondo es una forma de exhibición típica de los machos de cualquier especie, porque claro, esto se hacía preferiblemente delante de las chicas, pero en vez de hinchar el plumaje o darse golpes en el pecho, se levantaba la rueda. Solo había un problema, las motos de antes no eran como las de ahora, andaban muuuucho menos. O sea que levantar la rueda era algo complicado, pero mantenerla erguida mucho más. No deja de ser chocante que a una edad en la que las hormonas mantienen la moral siempre elevada, este entretenimiento consistiera en intentar levantar algo con tan grandes esfuerzos. La única solución era entrenar constantemente, lo de levantarla. En este menester ayuda mucho utilizar un pequeño repechón, un montículo de arena, un bancal, para una vez iniciada la ascensión, tirar fuerte del manillar, porque si había que esperar a la ayuda del motor daban las uvas, y la rueda iniciaba el despegue, que parecía el de los hermanos Wright, o sea visto y no visto.
Aquella tarde el grupo se dirigió a una urbanización cercana en donde había montículos de tierra por todas partes, el paraíso del levantador. Allí estaban ellos con las chicas, alguna pareja, la mayoría libres. Empezaron las maniobras de levantamiento, nuestro protagonista miraba las evoluciones de los demás mientras esperaba su momento, finalmente se decidió. Estaba su primer amor platónico. Hizo el primer intento algo nervioso, nada, dos palmos, otra vez, medio metro. Aquello no podía ser, había que hacer una demostración. Se concentró mientras miraba el obstáculo, comprobó la posición del grifo de gasolina, respiró profundo, apretó los dientes y la mirada, puso primera, dos veces (siempre se comprueba) y arrancó, llegó al obstáculo, mientras notaba en el cogote la mirada de los demás y sobre todo de ella. La rueda inicio el ascenso, a la vez que pegó el tirón de manillar más fuerte de su corta existencia, la rueda subió y subió, hasta que algo detuvo la ascensión; era la entrepierna, esta se interpuso y paró la brutal progresión ascendente. El depósito impactó con fuerza contra las partes nobles y de repente, como si se hubiera tomado un ácido, empezó a ver estrellas de colores e inmediatamente después sintió una sensación desconocida, un dolor novedoso e inexplicable que solo nos está permitido conocer a los hombres. Se había dado un señor golpe en los cojones. El mundo se le vino abajo, nunca mejor dicho, las piernas dejaron de ser aquellas dos torres y se convirtieron en dos palillos. Los acompañantes enmudecieron, mientras los varones no pudieron evitar ladear la cara mientras entornaban los ojos. Mate se dió cuenta rapidamente de la situación y se acercó raudo, sosteniendo la moto mientras protegía de las miradas a su amigo. Ella preguntó extrañada ¿Que le ha pasado?, Mate ágil, respondió: se ha dado un fuerte golpe en la rodilla. nuestro protagonista mientras tanto, intentó mantener el tipo, haciendo un esfuerzo sobrehumano y contraviniendo las órdenes internas del cerebro que le decían: dóblate, mantuvo la verticalidad de su dignidad como si nada hubiera pasado. La nota de cata de aquella experiencia hubiera dicho: fuerte e intensa con larga permanencia.
L'ESQUENA
Después de aquel fracaso, el aprendiz de levantador de ruedas meditó largamente y llegó a la conclusión de que lo que le faltaba eran más horas de entrenamiento. Había que dedicar más tiempo a mejorar la técnica y se puso manos a la obra. En pocos días consiguió levantar la rueda sin tanto esfuerzo. Tres semanas después del día fatídico, fueron a casa de una amiga con otros del grupo. Mientras estaban en la calle, vieron que en la parcela del otro lado, había un talud que estaba pidiendo guerra: !pruébame, pruébame¡. Era de noche, pero aquello no podía representar un inconveniente, enseguida empezaron con el ritual, sucesivas pasadas, mientras a ambos lados se ponía el "público" entre los que se encontraba Caco, hermano de Mate. En una de las pasadas, Fernando, lanzado, inició una levantada que se fué alargando más de lo habitual, y se le presentó un problema nuevo, dirigir la moto. Intentó corregir la trazada pero se desviaba inexorablemente hacia la izquierda, justo donde estaba Caco. Este, despistado por un instante, se encontró de frente al corcel motorizado, giró sobre si mismo y empezó a correr. Era demasiado tarde, Fernando cortó gas y la rueda delantera cayó a plomo, sobre la espalda de Caco, que recibió el golpe del Metzeler 2.75-19", el cual dejó perfectamente marcado en su Chemise Lacoste blanco, el dibujo de los tacos. Todo el mundo quedó en silencio, Caco más, no podía articular palabra, intentaba decir algo, pero las palabras no aparecían por ningún lado. Los presentes, pasmados, esperando aquella palabra mágica, el "Rosebud" intrigante de Orson Welles en Ciudadano Kane. Sin embargo finalmente, surgió un vocablo gutural, profundo pero apagado ....... !L' E..s.quen..a¡ (La espalda).
(basado en anécdotas reales)
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