Con ella salía a pasear con otros amigos que también tenían motos de montaña; durante un par de años la utilizó esporádicamente, luego dejó de usarla y se quedó parada. En 1972 yo cursaba COU y si aprobaba todo en Junio, me esperaba una reluciente Matador MK4 SD. En Semana Santa, un día me vino a buscar mi amigo Mate, acompañado de Vicente, un vecino suyo, para que los acompañara a hacer trial con la moto de mi padre. La cogí y salimos, aquel día, y al siguiente y todos los días de aquella semana; cuando llegó el verano y aprobé todo, le dije a mi padre, que no hacía falta que me comprara la Matador, que si no le importaba, utilizaría la Sherpa T. Acto seguido le desmonté toda la instalación eléctrica, cambié los guardabarros por otros de plástico, saqué la caja de herramientas, en fin todas esas cosas para que quedara lo más "oficial" posible, que era nuestra obsesión juvenil.
En Julio participé con ella en un trial, el primero de los 70 en los que intervine durante los siguientes 5 años. En 1971 salió a la venta el Kit Campeón Profesional como mejora de la Sherpa T y claro, era "imprescindible" instalarlo. La operación la hizo mi mecánico de entonces, el mítico José Sánchez, al que muchos acudíamos supongo que atraídos por su aureola. Las piezas antiguas las usó mi amigo Eduardo para actualizar su Sherpa T San Antonio de última serie, con lo que consiguió una Sherpa T 49 de 1ª serie. Bultaco siempre fué una especie de mecano y este era un ejemplo práctico de ello, no había que ajustar nada, simplemente colocar y atornillar.
Finalmente en 1974, la vendí para adquirir una Sherpa T kit 350 (125). Como siempre hice desde entonces, guardé todas las piezas sobrantes que tenía de aquella moto en una caja. Hasta aquí llegó mi primera Sherpa.
Cuando muchos años más tarde decidí entrar en el mundo de las clásicas, tenía claro que una de las piezas a cobrar era la 49. Pero es una moto muy buscada y las que se anunciaban eran muy caras, en parte porque muchas de ellas ya se vendían "restauradas". Yo no conozco a fondo muchas motos, solo las que tuve, pero como las estaba tocando y repasando todo el día, estas me las conozco de memoria, por ello cada vez que alguien me ofrece una de estas motos diciendo que es todo "original", mi primer acto instintivo es fruncir el ceño. La realidad es que 8 o 9 de cada 10 ejemplares restaurados que me ofrecían, requerían una actuación complementaria; así que mis requisitos se limitaban a que se pudiera legalizar y que tuviera lo básico.
Finalmente mi amigo Eugenio, supongo que culpabilizado de haberme empujado a este mundo, y yo intento sacar partido de ello todo lo que puedo, me puso en contacto con un conocido suyo que se quería desprender de una 49. Para los mitómanos, les interesará saber que el vendedor, no era cualquiera, era uno de los hermanos Batlló, creadores de una de las motos más singulares que han salido a la luz, la Byra 1000. La moto fué diseñada por Fernando, ingeniero, y pilotada por sus hermanos Jesús y Javier. En aquella época ya habían realizado diversos proyectos en colaboración con la fábrica, versiones bi y tricilindricas a partir de los motores de 250cc. La particularidad principal de esta moto era el motor. ¿Como obtener una cilindrada tan elevada en aquel momento? muy sencillo, unieron dos motores de Ossa Yankee 500 2T y crearon un motor de 1000 cc, con una potencia de 115 hp, eso en 1974 era !bestial¡.
(Byra 1000 en Museo Bassella / Javier Batlló / frontal de prototipo participante en las 24 horas de Montjuic de 1974).
En cuanto a la Sherpa, esta llevaba años sin utilizarse y lamentablemente, le habían robado algunas piezas en el garaje en el que estaba guardada. Este era el aspecto.
En la foto de la izquierda con la irreconocible rueda delantera que llevaba, a la derecha con una rueda original que conseguí y los amortiguadores Betor de serie, en lugar de los Telesco que llevaba.
Si, estaba hecha una m...., pero cuando te pones la chaqueta de restaurador, tu visión cambia y tu mente se pone a trabajar pensando en piezas, contactos, horas de trabajo, etc. hasta que visualizas el objetivo y caes de cuatro patas, errando hasta en el tiempo del verbo: "es" por "será".
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